jueves, 27 de abril de 2017

El peatón, una especie en vías de extinción (Parte I)


Con la absoluta cotidianidad peatonal, no me resulta una sorpresa la reacción iracunda de quien conduce un automóvil y arrolla a un grupo de estudiantes. Ni tampoco de un auto asignado al MP que decide pasar -literalmente-  por encima de dos policías. O del motorista que cree que el color rojo del semáforo no aplica en él.  Pareciera que la consideración hacia el peatón no existe ni siquiera para el ciclista hípster que deduce que su bicicleta modelo 64´ tiene más valor de la vida de ese cualquiera que se atreve a pasar la calle.   Es que en este “intento de sociedad” no hay más derecho que el de nuestra nariz.

Diariamente un peatón debe afrontar caóticos recorridos, donde prevalece el irrespeto a la vida. Nadie es más vulnerable en la cadena de tránsito y aun cuando existe un alto grado de irresponsabilidad en cientos de peatones, nada justifica que un automóvil prevalezca por encima de la seguridad de alguien que se verá físicamente seriamente afectado por cualquier golpe, aun cuando parezca que solo haya sido “un topón”.

Ciertamente hay alguna cruel ironía.  La mayor amenaza para un peatón, es uno mismo.  Porque atravesarse la calle corriendo no es precisamente seguro.  Ni cruzar sin ver el semáforo, ni tampoco tomar la decisión de cruzar a la mitad de una calle transitada.   Pero el peor, es asumir que las personas que conducen, tendrán un mínimo de cordura y sentido común y cederán el paso.  Es mucho más que eso.  Generalmente las esquinas donde existen los pasos de cebras se ven invadidas por automóviles y motoristas que irrespetan ese paso exclusivo. Es allí donde una persona que camina, debe buscar la forma de no pasar sin apenas molestar con algún gesto o palabra a cualquier cafre que conduzca, con el temor de ser insultado o en el peor de los casos golpeado impunemente.

No son quejas sin fundamento. Es que en una sociedad que se acostumbra que cada individuo pase por encima de los demás, los riesgos de todo tipo se incrementan.  Y en el medio de una caminata normal, esto se evidencia fácilmente.
El mal estado de las “banquetas exclusivas” es un atentado. Caminar por las calles donde se ubican ventas de comida urbana significa bajarse de la banqueta.  Circular cerca de los negocios de bonitas piñatas es el equivalente a tener que rendirse ante su trabajo artístico y caminar en la calle -para que se exhiban ocupando toda la banqueta-  mientras los carros pasan a pocos centímetros de uno. Ni que decir de tener la osadía de pasar por la entrada de los parqueos, donde los encargados de ver que ingresen los autos, se preocupan solamente porque no se salpique de sangre cuando uno sea aventado por los aires.

Existe la alta responsabilidad estatal/municipal, de parte de autoridades que durante décadas se han dedicado solamente a hacer trabajo superficial, porque los semáforos están solamente donde hay calles bonitas, y para colmo frecuentemente traen de adorno a un policía de tránsito que justamente hace todo lo contrario que el semáforo indica causando confusión a los conductores. Además, los pasos de cebras solamente están pintados en algunas calles y no hay políticas que multen a aquellos que irrespeten las leyes.  Este es el país del nunca jamás, donde hacer lo que se quiera tiene relación directa con no respetar porque nadie más lo hace.  Es una ecuación sumamente sencilla.

Por ello darse cuenta de la situación donde un conductor bestia valora más su “tiempo” sobre la vida de un grupo de jóvenes, asusta pero no sorprende.  Ni los comentarios en las redes sociales de muchos que afirman que harían lo mismo.  Aquí parece que a un automovilista ya nada lo asusta.  Quizás ver los precios de la gasolina sí.

                                                                                                                             Guatemala, abril 2017
N. Ivannoe Fajardo Andrade
nifajardo@gmail.com

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1 comentario:

  1. Palabras sabias, maestro, el conductor se cree dueño hasta de la vida de los peatones, simplemente en este país ya no hay respeto al prójimo.

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