domingo, 29 de noviembre de 2015

Sobran los panes en noviembre, faltan los tamales en diciembre.

En estas fechas particularmente por el frío nocturno  hay  grupos de personas se organizan para salir a repartir café, panes, abrigo y etcéteras a quienes  pernoctan en las calles.
Razones para hacerlo? cada quien tiene la propia.  Por salvación divina, por placer, por regalo navideño, por ir con las amistades, por sentido común.  Habrá quienes piensen que a veces es necesario quitarse las gafas y cerrar los libros dejando las discusiones sociales, para salir a hacer una acción que pueda cambiar el día o la noche de alguien.  Hay más que prefieren el anonimato, otros tomarse fotos y sacarse selfies para mostrar con orgullo a sus amistades su bondad.  Abundan los detalles, las formas y las respuestas a los porqués y hay mil formas de interpretarlo, discutirlo, criticarlo y construirlo.

Como sociedad somos indiferentes, de eso no hay duda.  A veces obviamos que haciendo lo que corresponde, hacemos más que cuando pretendemos hacer lo que no se puede.  
Volteamos la vista cuando nos damos cuenta que el Estado y la sociedad de la que somos parte desechamos -y utilizamos- a quienes carecen de vivienda, a esos marginados cuya situación de pobreza es visible y solo ejemplifica la brecha social y económica cada vez mayor.
Y es que al pasar  un día cualquiera por el Parque Central, la Biblioteca Nacional o el Parque Centenario resulta natural ver a grupos que buscan cobijo y calor en los cartones, los ponchos y el olvido que arrastran.

Sin embargo un punto que llamo la atención de un grupo de personas que salieron en uno de esos días recientes fue la evidente ausencia de justamente aquellos a quienes se esperaba encontrar.
Resulta que la mágica navidad que la municipalidad le ofrece al pueblo es tan fría como la pista de hielo que empieza a hacerse tradicional.
Se vería muy feo que en medio de esa felicidad y armoniosa convivencia saliera al fondo de las fotos de los vecinos, un indigente.  Sería una mancha indeseable en medio de las luces navideñas y los rótulos de los felices patrocinadores de una navidad feliz.
No estoy en contra de que exista ese derecho a la recreación y que se comparta con amistades y familia en espacios abiertos, en ambientes que sean semejantes al ideal de la felicidad de fin de año. Cada quien hace la interpretación que desea y es casi un derecho el poder celebrarlo como se desee. Incluso es agradable que exista ese esparcimiento y que resulte gratis (aun con la absurda e insistente publicad)
Lo incomodo es conocer de voz directa de estos olvidados que han sido retirados a la fuerza por ordenes de la policía municipal.   Nada de llevarles a un albergue, nada de buscarles un espacio donde pernoctar. Simplemente fueron obligados a retirarse de esas calles pues -supongo- hacen que las calles se vean feas.  Buscaron cobijo en otro lado, calles más/calles menos. Lo importante es no ser parte del espectáculo navideño.  En una de esas calles se les encontró y por referencia se supo de otros lugares donde habían más desalojados. Es en esos espacios donde se pudo conversar y saber del  porque de su mudanza.

Y es que así es como el alcalde hace funcionar una ciudad manejada a su antojo.  Enviando  policías a perseguir al comercio informal pero legalizando la piratería con comerciales desde los que le deben pagar impuestos.  Colocando buses que gratuitamente recorren la 6a.Ave -en diciembre- pero permitiendo un repugnante servicio de transporte en el resto del año.  Colocando pista de hielo, pero obviando la falta de agua en las colonias de zonas precarias.  Una vez más nos veremos enfrascados en inútiles discusiones entre quienes están a favor y quienes están en contra.  De nuevo habrán voces que le critiquen como un vecino que lo hizo en las elecciones y fue callado por otras vecinas que frenéticas aplaudieron la entrada de un personaje que por si mismo arrastra virtudes y condenas, y cuyo egocentrismo lo hace tan grande como para compartir un tamal el 24 de diciembre -justamente aquellos a los que desaloja cuando se le da la gana-.   Es irónico porque quizás envíe al mismo policía que desaloja, a que acarre gente -y salir bonitos en las fotos-.
No fue fácil localizar a los que siempre están ahí pues simplemente fueron desalojados por ser indeseables.  Por eso a los grupos que reparten comida seguro en estas semanas les sobran los panes. Pero en Navidad los buscarán los policías para  compartir un tamal con el alcalde y su esposa. Quizás para entonces falten los tamales.

N. Ivannoe Fajardo Andrade
nifajardo@gmail.com

Guatemala, noviembre 2015 .

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