jueves, 5 de octubre de 2017

"La educación en los tiempos de la cólera"

Pasar por las aulas como parte de un proceso educativo, tiene un precio. A niveles emotivos, sociales, culturales y económicos.  Los procesos de transformación son evidentes en quienes deben asistir a las aulas; desde la niñez  de 5 años que en una madrugada helada y lluviosa espera abordar un autobús que le evite cargar una mochila más grande y pesada que sí mismxs, hasta quienes cursan niveles universitarios; encontrándolos cada vez más complejos, caros y extendidos.   

En países como Guatemala, la educación es un negocio que enriquece a un sector; empobreciendo, limitando y desfavoreciendo al resto. Sin duda no es un caso aislado. Pero así es como funciona nuestra "sociedad".  
Específicamente en el tema académico cada año las editoriales apuran a incluir en sus textos un cambio tan "trascendental" que obliga a padres y madres de familia a comprar la "nueva edición" dejando inservible e inútil la anterior.  Esa nueva y única página -donde quizás se incluya una foto del Pescado Ruíz anotando un gol-, impide que estudiantes utilicen los libros que hermanos o hermanas mayores han ocupado.

Culpabilidad y obligación hay en varios frentes aunque no se debe generalizar ésta afirmación.   
Las direcciones de colegios que negocian la educación con grandes editoriales por ganarse el triste derecho de vender las listas escolares.                                                     
El claustro magisterial que obediente obliga  al estudiante a comprar los libros con la amenaza de "no calificar" trabajos que no estén dentro de los márgenes de la "nueva edición".                         
Padres y madres que prefieren aceptar las condiciones de las instituciones educativas porque "ese colegio es bueno y está cerca" además que "en todos es lo mismo".                                             
Estudiantes que conocen -pero no valoran- los esfuerzos económicos que se hacen por completar una larga lista de útiles escolares dañando y destruyendo sin consideración los materiales que no utilizan.  Incluir a las autoridades ministeriales de educación sería innecesario. En un "estado" tan fallido como en el que hemos aceptado sobrevivir, las nulas respuestas gubernativas -de quien esté en curso- son sólo el reflejo de lo que soportamos.

La educación no debe ser un negocio. Pasar por las aulas a nivel primario, secundario o universitario debe estar lejos del privilegio de "nacer con suerte".  Las enormes listas de útiles deben sustituirse por libros -re usados- que sirvan realmente para leerse, generar discusión y aprendizaje. Libros que sirvan para sustentar un conocimiento que se comparta y que no se limite a "citar" textualmente para acreditar una calidad educativa superior.  Libros, textos y fragmentos que no se califiquen por el valor económico sino por el extenso aprendizaje que deriven.

El estudio debe ser aprendizaje para la vida, no para simplemente usar los vacíos que nos van dejando para rellenar...como un simple libro de texto.

N. Ivannoe Fajardo Andrade
nifajardo@gmail.com

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